Quinto Domingo del Tiempo Ordinario

Estimados amigos y feligreses de San Jerónimo,

¡Pax Christi semper vobiscum!

El Evangelio relata este fin de semana que Jesús se despertó temprano en la mañana y oró. Por supuesto, mi pregunta inmediata fue, ¿por qué tendría que orar si fuera Dios y cómo serían sus oraciones? ¿Le pidió a Dios que lo hiciera más paciente al tratar con sus enemigos? ¿También oró por aquellos que lo ayudaron durante su ministerio? ¿Trajo a la atención de Dios sus preocupaciones y preocupaciones con respecto a cuestiones de misericordia, paz, justicia y unidad? ¿Cómo fueron las oraciones de Jesús? ¿Rezó simplemente el “Padre Nuestro” como una expresión de su anhelo por Dios?

Normalmente consideramos la oración como un conjunto de rituales que se dicen en privado o en público. A menudo estamos confinados al entendimiento de que la oración se define por nuestro rezo del rosario o cantando en voz alta algunas frases repetitivas de letanías. Jesús nos mostró cómo es orar. Se apartó de la multitud para estar alejado del ruido exterior. Sabía cómo mantenerse alejado de las actividades excesivas de su ministerio público para poder pasar también tiempo en íntima soledad con Dios. Nuestras oraciones devocionales son buenas. Rezar el rosario es bueno. La oración mental y las meditaciones son mejores. Sin embargo, la contemplación es lo mejor porque es un momento especial donde nos unimos con Dios y Dios se une a nosotros. La contemplación es una comunión completa del Espíritu de Dios en nosotros. Nuestra capacidad de permanecer en silencio es una oportunidad para que escuchemos la voz de Dios que habla en el silencio de nuestro corazón. En el silencio podemos verdaderamente discernir Su Voluntad que puede movernos a la acción.

Nuestro hábito de oración es importante. Jesús tenía el hábito de orar. Fue en los lugares desiertos donde tuvo comunión con Su Padre Celestial. Un tiempo y un lugar designados proporcionan un espacio valioso que puede hacernos crecer en nuestra intimidad con Dios. Nuestra consideración de hacer también nuestro propio lugar desierto en el parámetro de nuestro propio dormitorio podría ser suficiente para pasar unos momentos tranquilos con el Señor. Una disciplina de tiempo determina nuestro compromiso con la vida de oración. Tanto nuestra capacidad de designar un tiempo como un espacio para la oración protege nuestra valiosa relación con Dios. Como sabemos, dedicamos tiempo a algo que es valioso para nosotros, y también priorizamos aquellos compromisos que consideramos importantes para nosotros. Nuestra vida de oración debe ser una de nuestras máximas prioridades

Jesús tuvo un éxito notable durante su ministerio público porque fue guiado por el Espíritu de Dios. Jesús se puso a disposición de los impulsos del Espíritu Santo y permitió que Su corazón permaneciera abierto para poder discernir Su ministerio y su resultado para el bien de la gente, de acuerdo con la Voluntad de Su Padre. La oración nos guía a un discernimiento mucho más profundo de los dones y talentos que queremos contribuir a la Iglesia. El papel de Jesús en la historia de la salvación se hizo más claro y se reveló durante su comunicación con el Padre en oración.

Sí, cuando oramos, nos conocemos más a nosotros mismos. Conocernos a nosotros mismos es encontrarnos con Aquel que nos ha creado, Aquel que nos ha amado primero. Nuestro encuentro con Aquel que nos hizo nos trae libertad porque nuestro conocimiento de Dios también revelará el sentido de nuestra vida cuando estemos plenamente conscientes de nuestra comunión con Él. Por tanto, reza sin cesar. Considere la oración no como una interrupción de su rutina diaria. Más bien, haga de la oración una parte de su descubrimiento diario de la presencia de Dios que nos trae nueva vida cada día.

Sinceramente en Cristo y María,