Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

Estimados feligreses y amigos de San Jerónimo,

¡Que la paz de Jesucristo esté siempre con ustedes!

La solemne conmemoración de la Asunción de la Santísima Virgen ratifica su Inmaculada Concepción. Al no haber sido tocada por el pecado original, María se libró de experimentar la muerte. Ella fue ascendida al cielo para unirse en cuerpo y alma con su Dios Padre, con Su Hijo Jesucristo y con Su Esposo el Espíritu Santo. Ella es honrada como la Reina de Todos los Santos y del cielo y la tierra. El hecho de que no haya sido tocada por la muerte es una prueba de su comunión ininterrumpida con Dios. Continúa viviendo según su vocación de colaboradora de la obra salvífica de Dios en Jesús siendo nuestra intercesora entre Dios y la humanidad caída. La Maternidad que ella brindó a Jesucristo se nos está extendiendo, ya que hemos sido adoptados por el Padre como Sus hijos e hijas en virtud del bautismo que recibimos como fruto de la Resurrección de Jesucristo. La asunción de la Santísima Madre al cielo debería darnos la confianza de que tenemos ante Dios a alguien que suplica constantemente por nosotros para que Dios nos favorezca en todas nuestras necesidades.

Esta solemne conmemoración de la entrada de la Santísima Madre al reino de la eternidad debería traernos esperanza. Esta esperanza radica en la realidad de que nuestra humanidad pecadora puede ser transformada por Dios. Aquel que creó a la Santísima Madre en toda su plenitud de belleza, puede restaurar en nosotros lo que fue dañado por el pecado. Aquel que mantuvo a la Santísima Madre intacta por la muerte, puede envolvernos con una vida que podría dar vida a los demás. Fue elegida por Dios que la hizo privilegiada porque así es Dios. Él decide de acuerdo a Su propia voluntad que nos produce asombro y admiración por Su insondable bondad. Asunta al cielo, la Santísima Madre se convierte en nuestra inspiración para que nosotros también podamos aspirar a vivir en la bienaventuranza eterna donde Dios es nuestra máxima satisfacción.

Sobre otro tema, me gustaría pedirles a todos en la parroquia que reflexionen sobre la visión y la misión que nos gustaría promover en la construcción de la nueva realidad siguiendo el proceso del programa Renueva mi Iglesia. Dado que hemos recibido oficialmente a los feligreses de San Ignacio que han elegido estar con nosotros, este es el momento adecuado para visualizar la identidad parroquial que Jesucristo quisiera que asimilemos a la generación actual y futura. El próximo mes, me gustaría convocar una reunión en la que todos podamos escucharnos y compartir nuestras esperanzas y sueños para la parroquia en los próximos cinco años. Esta sería una buena oportunidad para que todos nosotros también presentemos a la comunidad los candidatos para el Consejo Parroquial y el Consejo Financiero que nos gustaría revivir y reestructurar.

Continuaremos identificando la misión de Jesucristo que está confiada a nuestra parroquia local y la manera en que debemos cumplir Su misión en la Iglesia. Hasta el próximo fin de semana.