Alabados sean Jesús y María, por los siglos de los siglos. Amén.
El domingo pasado terminó el tiempo de Navidad. En ese tiempo reciente, fuimos testigos de tres epifanías de Jesús, es decir, su Nacimiento, su visita a los Magos y su Bautismo en el río Jordán. En este segundo domingo del Tiempo Ordinario, se nos presenta su cuarta epifanía, que es la transformación del agua en vino en las bodas de Caná. Las cuatro epifanías de Jesús se centran en su identidad como verdadero Dios y verdadero hombre. Se nos presentan estas epifanías para ayudarnos a comprender lo glorioso y magnífico que es nuestro Salvador. Las revelaciones de Jesús sobre su identidad nos dan información básica sobre su condición de humano y divino. Es una sola persona con una naturaleza humana unida a su naturaleza divina para cumplir su misión en este mundo. Y esto es exactamente lo que presenciamos en su cuarta epifanía.
Justo antes de que Jesús comience su ministerio terrenal, Él y sus discípulos son invitados a un banquete de bodas. Y justo en ese momento, su ministerio público se adelanta cuando su Madre le pide que haga algo con respecto a la falta de vino para la celebración. Aquí la Madre de Jesús no se limita a pedirle que resuelva el problema, sino que manifiesta su confianza en que con el Señor todo es posible. La Santísima Virgen María está más que segura de que su Hijo Jesús responderá a su petición. Sabe que Jesús hará algo no sólo porque tiene el poder de hacerlo, sino también porque se preocupa. Esto lleva a María a declarar una de sus profundas afirmaciones en el evangelio: “Hagan lo que él les diga” (Jn. 2,5). Estas palabras están cargadas de significado. Es una declaración de su total confianza en Jesús. Es un pasaje que requiere que nos preparemos para una intervención divina. Dios actúa cuando nuestra fe empieza a actuar en nuestras vidas. Confiar en Jesús es simplemente creer en lo que Él nos dice. María sabe en lo más profundo de su corazón que los milagros comienzan a desarrollarse cuando uno tiene confianza en lo que Dios quiere que ocurra en su vida. Jesús sabe lo que es mejor para nosotros. Sabe cuál es el momento adecuado para manifestar su cuidado y su bondad a todos nosotros. Lo único que tenemos que hacer es seguir creyendo y cooperando con Él.
Todavía estamos en medio de la pandemia; y todo el mundo está bombardeado por el miedo, las dudas y las incertidumbres que provoca este Covid-19. Hasta este momento, los casos de Covid siguen alcanzando su pico más alto en todo el mundo. Esta pandemia se ha cobrado millones de vidas humanas; y mucha gente, en lugar de fomentar la fe, parece dejarse llevar por la ansiedad. Creo que la situación actual nos llama la atención para que volvamos a considerar por completo las hermosas palabras de la Santísima Virgen María: “Hagan lo que él les diga”. Este es un momento oportuno para que escuchemos atentamente lo que Jesús nos dice. No olvidemos que Jesús sigue manifestando su amor y su poder a todos nosotros. No permitamos que nuestra fe se debilite por lo que está sucediendo a nuestro alrededor; más bien, hagamos de esta pandemia una oportunidad para renovar y fortalecer nuestra confianza en Jesús.
Mis queridos feligreses, nuestra fe constante en Jesús sigue siendo un elemento fundamental para que veamos pequeñas epifanías de su poder y cuidado en nuestras vidas. No hay pandemia que impida que Él nos revele su amor y su poder. Su intervención divina continúa elevándose en nuestra vida diaria, mucho más allá de lo que esperamos, si sólo tenemos fe en Él. Recordemos que Jesús está con nosotros. Nunca estamos solos en esta batalla. Jesús es nuestro más poderoso aliado y amigo. En Él, somos victoriosos. Y la victoria será nuestra experiencia constante cuando también seamos constantes en hacer todo lo que Él nos diga.
¡Que Dios les bendiga a ustedes y a sus familias!
P. Joel Ricafranca, RCJ
Párroco Asociado
Parroquia de San Jerónimo