Quinto Domingo de Pascua

Alabados sean Jesús y María, por los siglos de los siglos. Amén.

Como miembros de la comunidad parroquial de San Jerónimo, siempre estamos motivados para que nuestros esfuerzos estén profundamente fundamentados en la Palabra de Dios a través de las diferentes actividades litúrgicas y parroquiales que celebramos cada día. Se supone que debemos mostrar nuestro carácter distintivo como creyentes en Jesús, quien nos lleva a donde Él quiere que estemos. Él nos conduce a través de su mandamiento más alentador y amoroso que tiene como objetivo moldear nuestra vida según el deseo de Su Corazón. La supremacía del mandamiento de Dios se encuentra en el Corazón amoroso y compasivo de Nuestro Salvador. El mensaje del Evangelio de este fin de semana brota de Su Corazón. Él dijo: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”. (Jn 13:34) Creemos que éste es el mayor mandamiento. Todos los mandamientos escritos en el Nuevo y el Antiguo Testamento pueden reducirse a esta nueva instrucción de Jesús. El amor es la nueva cara de hacer la voluntad de Dios. Amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado nos llevará a un lugar donde podemos encontrar la Verdad. Esta Verdad es Dios mismo que es el Autor del Amor. El Amor es la Verdad. La verdad es el amor. Dios es Verdad y Amor. Vivir la verdad de Dios es vivir el amor de Dios y viceversa. El famoso sermón de San Pablo sobre el amor ha sido el más citado en muchas generaciones hasta ahora. Dijo: “El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo ”. (1Cor 13:4-7) Estas descripciones connotan la verdadera naturaleza del amor de Dios.

Probablemente hemos notado que el amor ha sido la palabra más abusada y mal utilizada. Hay veces que el amor de Dios se utiliza fuera de contexto. A veces se utiliza de forma muy subjetiva. De vez en cuando, se utiliza según lo que uno siente o simplemente para expresar la situación emocional de uno. Sin embargo, el amor de Dios es algo más. Es más que una palabra o un sentimiento.  En realidad es una acción. El mandamiento de Dios de amarse unos a otros es una acción desinteresada que promueve el bienestar del otro. El fin de semana pasado, celebramos el amor del Buen Pastor y el amor de todas las madres. Sin duda, su amor es paciente y bondadoso. Su amor, como dice San Pablo, perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo . El amor lo puede todo. Tiene un poder en sí mismo. Cuanto más amamos, más poderoso se vuelve, más nos convertimos en verdaderos amantes. Este es el tipo de amor del que habla Jesús en el Evangelio de este fin de semana. Este es el tipo de amor que nuestra parroquia necesita para que podamos obtener el bienestar espiritual. Esta es la clase de amor que nos convertirá en discípulos solidarios de Jesús.

Mientras nos esforzamos por concretar este amor en nuestra vida diaria, tenemos que empezar por las cosas pequeñas. Pensar con amor. Hablar con amor. Rezar con amor. Obedecer con amor. Enseñar con amor. Compartir con amor. Poner amor en cada pequeña cosa que hagamos. Esta es una manera poderosa de plantar la semilla del amor en nuestras actividades diarias. Cuando lo hacemos incesantemente, vamos a cosechar sus frutos en el momento justo y perfecto. 

El mes de mayo se considera un mes del amor porque dedicamos todo este mes en honor a la dulcísima y Santísima Virgen María. Ella es la Madre cuyo amor es definitivamente grande porque hizo la Voluntad de Dios con perfecto amor y fidelidad. Ella sufrió por amor y salió victoriosa al final porque el amor nunca falla. Ella dio su gran amor a su Hijo Jesús en respuesta a haber recibido una cantidad mucho mayor de amor de Él. Honramos a la Santísima Madre con amor porque ella nos ha inspirado a estar más cerca de Jesús. Las flores, las oraciones y los cantos que le ofrecemos son expresiones de nuestra gratitud y de nuestro amor no sólo por ella, sino también por su Hijo. En las personas de María y Jesús encontramos el verdadero y profundo significado del amor. Debemos ser personas que se inspiren siempre en el amor de Jesús y de María. María nos ayuda a entender cómo amar del modo en que su Hijo nos ama.

Es mi oración constante que nuestra comunidad parroquial y vuestra propia familia se llenen del amor de Dios para que podamos responder verdaderamente al mandamiento de Jesús de amarnos unos a otros como Él nos ha amado.

¡Que Dios los bendiga a ustedes y a sus familias!

P. Joel Ricafranca, RCJ
Párroco Asociado

Parroquia de San Jerónimo