Primer domingo de Cuaresma

Estimados amigos y feligreses,

¡Pax Christi semper vobiscum!

El miércoles pasado comenzamos nuestra disciplina cuaresmal con la imposición de la Ceniza en la frente. Se nos recordó que “venimos del polvo y al polvo volveremos”. Se nos invitó a, “alejarnos del pecado y ser fieles al Evangelio”. Ambas eran advertencias que, si se toman en serio, nos acercarán a Dios. No sólo eso, sino que una parte importante de la disciplina cuaresmal se resume en la oración, el ayuno y la ofrenda. Rezamos porque nuestra alma anhela un acercamiento a Aquel que es la fuente última de la vida. Ayunamos no por sí mismo, sino para disciplinar a nuestro cuerpo para que se resista a anhelar la necesidad humana más básica. El ayuno fortalece el núcleo de nuestra alma al contemplar el rostro de Cristo que fue tentado en el desierto. Nuestra ofrenda debe estar motivada por la oración y el ayuno; debe dirigir nuestra atención a las necesidades de nuestros hermanos.

La lectura del Evangelio de este domingo nos devuelve a la experiencia de Jesús en el desierto, con el desarrollo de nuestra historia de salvación. Jesús fue tentado por el diablo. Fue llevado al límite de su autocontrol. Su fuerza interior para resistir fue desafiada. Sin embargo, ¿cómo sobrevivió a esta prueba? Sólo hay una razón. Él ama al Padre. Jesús sabía cuál era su máxima prioridad. La profundidad de su relación con el Padre lo guio a tomar una decisión que le llenaba la vida. Jesús fue capaz de anticipar el aparente bien que resultaría de su decisión al no elegir someterse al poder de las tentaciones.

La imagen que presentó el Evangelio es nuestra propia imagen cada vez que nos enfrentamos a nuestra experiencia en el desierto. La soledad (estar en el desierto) es una realidad inevitable que experimentamos a menudo, ya sea por elección o por las circunstancias de la vida. Es durante este tiempo cuando nos encontramos vulnerables (momento de tentaciones) para ansiar el poder, manipular nuestra influencia o responder sin cuidado a nuestra hambre de amor, afecto y aprecio por parte de los que nos rodean. Es durante nuestra propia experiencia en el desierto cuando nuestro sentido del compromiso es desafiado. La tentación de Jesús en el desierto es un ejemplo de la lucha de nuestra naturaleza humana mientras tomamos las decisiones correctas cada día. La humanidad que llevamos dentro siempre se ve desafiada a hacer una afirmación del amor de Dios que da y sostiene la vida.

Fíjate en el pueblo de Ucrania que sigue resistiendo en medio del ataque del poderoso ejército de Rusia. Su resistencia a la potencia invasora está motivada por la unidad y la búsqueda de la libertad. La batalla continúa. Habrá hambre, destrucción, bombardeos, separaciones familiares y muerte. Sin embargo, los ucranianos siguen convencidos de que están dispuestos a morir por la libertad de su país. La libertad cuesta la vida y la muerte. Estoy seguro de que algunos de ellos podrían estar ya tentados de rendirse y retirarse de la batalla. Sin embargo, su fuerza interior sigue siendo fuerte, ya que dentro del corazón de cada soldado y de sus líderes, creen que la victoria pertenece a la generación presente y a la futura.

Nuestra liberación de la esclavitud del pecado exigió la sangre del Hijo de Dios. Él no cedió al poder de las tentaciones. Jesús nos liberó del poder de la muerte ofreciendo su vida en la Cruz para que todos pudiéramos compartir la Gloria de Dios. Estos cuarenta días de Cuaresma son un período de introspección para que estemos atentos a la voz interior que nos llama al amor para que seamos libres.

Les deseo una jornada cuaresmal llena de oración y conocimiento.

Sinceramente en Cristo y Maria,