Domingo de Ramos de la Pasión del Señor  

Alabados sean Jesús y María, por los siglos de los siglos. Amén.

Hoy comienza la Semana Santa. Se llama Semana Santa porque conmemoramos el cumplimiento divino de la promesa de la salvación de Dios. Las actividades de Jesús en esta Semana Santa apuntan al Misterio Pascual. El Misterio Pascual es la expresión más grande y más elevada del amor ilimitado de Dios por toda la humanidad. Por ello, todas las parroquias, especialmente la nuestra, volverán a estar muy ocupadas con actividades eclesiásticas para conmemorar solemnemente la grandeza de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. La Santa Madre Iglesia lleva a cabo esta conmemoración anual con la esperanza de que nuestras celebraciones de Semana Santa nos den la oportunidad de tener una relación personal más profunda con Jesús, quien voluntariamente dio su propia vida por nuestra salvación. Él nos salva con mucho amor. Nos ama con mucha generosidad. Nos perdona con una compasión ilimitada.

Comenzamos esta semana con la celebración del Domingo de Ramos. Las palmas se bendicen para significar nuestra solidaridad con Jesús que entra triunfante en Jerusalén, que es el lugar de su Pasión y Muerte. Las palmas no se bendicen sólo para ponerlas en nuestro pequeño altar en casa o para colocarlas en los postes de nuestras puertas o para usarlas como decoración. Más bien, estas palmas nos recuerdan que seguimos acogiendo a Jesús en nuestras vidas cuando Él entra en nuestros corazones cada día. La Semana Santa es nuestro encuentro significativo con Jesús. Viajamos con Él. Es un viaje de amor. Dios quiere viajar con nosotros para que lleguemos con seguridad a nuestro destino. Nuestro destino es Dios mismo. Estamos en el camino hacia Él. Sólo le pertenecemos a Él. Dios no quiere que nos separemos de Él.

La narración del viaje de Jesús hacia Jerusalén nos dice que Dios está decidido a darnos lo que realmente necesitamos. Necesitamos su amor, su salvación y su gracia. Y la larga narración de su Pasión es una historia que nos invita a unirnos a Él. Estar con Jesús en su Pasión es una forma de entrar en la historia de su vida. Su historia debería ser nuestra propia historia. La historia de nuestra vida debería inspirarse constantemente en la suya. De este modo, tendremos a menudo la oportunidad de oro de realinear nuestro modo de vida con su vida de amor.

Mis queridos feligreses de San Jerónimo, participemos en las celebraciones de esta Semana Santa con el deseo de renovar nuestras vidas permitiendo que Jesús sea nuestro Salvador cada día. Él nos salva porque nos ama. Nos ama porque necesitamos su amor en nuestro camino. Seamos fieles a Él como Él es fiel a su Padre. Obedezcamos sus mandamientos de amor. El amor ha sido la razón principal por la que afrontó su Pasión, por la que se dejó crucificar, por la que murió en la Cruz y por la que resucitó a los tres días. El plan de salvación de Dios es también el plan de Dios de amarnos hasta el final.

La Semana Santa es una invitación para que nos hagamos santos. La santidad no se consigue de la noche a la mañana. No podemos tenerla al instante. Es una forma de vida. Es un camino. Es una vida con Dios. Es una vida de gracia. La gracia nos sostiene en nuestra lucha por alcanzar la santidad. Cada uno de nosotros es una obra en progreso. Somos santos en ciernes. Se espera que crezcamos donde estamos plantados. Debemos dar buenos frutos y ser productivos en cualquier actividad que intentemos realizar. Creo que podemos hacer todo esto si somos fieles y constantes en la utilización de los talentos que Dios nos ha dado.

No dejemos que esta Semana Santa pase sin dejar que repercuta en nuestra vida espiritual. La Semana Santa es un momento perfecto para reflexionar sobre cómo el amor de Dios actúa constantemente en nuestras vidas. Hemos sido bendecidos con un Dios que nos ama incondicionalmente. Ahora, es el momento de responder a ese amor aprendiendo del Misterio Pascual de Jesús para que, en Él, nos convirtamos en conductos de gracia, amor y esperanza de Dios.

Que Dios les bendiga a ustedes y a sus familias.

P. Joel Ricafranca, RCJ

(Párroco Asociado, Parroquia San Jerónimo)